lunes, 24 de noviembre de 2014

Capítulo 29 - El demonio existe....

Hola Javi, bueno, ¡por fin conoces a Esperanza, ¡qué chica tan activa! Te va a poner las pilas ¿eh? Ja,ja,ja.

Bueno, fuera de bromas, a mí sí que me han puesto las pilas pero en cultura, te cuento y a ver qué opinas:

Conocí a un chico aparentemente muy majo y “muy culto”, se llama Julián.

Julián es ingeniero, profesor, catedrático, informático, filólogo y no sé cuántas cosas más, porque tiene 5 carreras. Así le ha pasado al muchacho que tiene 45 años y yo creo que aún no ha catado hembra y es que es imposible que haya tenido tiempo, un día con él es una maratón de museos, teatro, cine de filmoteca, etc…, vamos como Esperanza pero con otro tipo de deporte…., te deja tan agotada que si propone cama, a mí sólo se me ocurre la de pinchos de los faquires a ver si reacciono.

Y es que el otro día fue tremendo, quedamos a las 11 de la mañana en un parque, yo pensé que era para dar un paseo romántico, de la manita, como en las pelis, si, si, ¡una leche!, había una exposición de esculturas y me tiré dos horas de reloj admirando todas y cada una de ellas y escuchando la historia del escultor que las había realizado, y lo peor, eran feas hasta decir basta.

Al terminar era ya la 1 y yo pensé, ¡genial, hora del aperitivo! ¡qué va, ni por asomo! Julián había cogido entradas para el Museo del Prado y nos tiramos otras dos horas, exactamente hasta las 3,10 de la tarde, viendo pinturas y una vez más tragándome la vida y milagros de cada pintor, y no es que yo sea una inculta, pero la pintura es algo que no entiendo porque no me gusta y por quedar bien con mi pretendiente, casi enfermo con tanto cuadro, ¡por Dios!

Bueno, por fin salimos de aquel infierno maldito y nos dispusimos a ir a comer (que ya tocaba) porque no sé a él, pero a mí me sonaban las tripas como si se quejaran a gritos y es que no había probado bocado desde las 8 de la mañana. Pues eso, fuimos a comer, pero no a una tasquita de esas chulas ni a un restaurante normal, ¡nooooo! Me tuvo que meter en un restaurante temático, de arte, ¡cómo no! Encima ya tenía el menú contratado, sopa El Greco y bacalao Leonardo Da Vinci, todo ello regado con vino Goya, especialidad de la Casa… y de postre, natillas Velázquez, pues qué mala suerte, que no me gusta ni la sopa ni el bacalao y mucho menos las natillas del Sr. Velázquez, así que probé un poco de cada cosa, por cumplir y le puse como excusa que andaba algo mal del estómago, preferí omitir, el porqué…. El caso es que salí de allí con más hambre que el perro del Lazarillo de Tormes.

Aquello ya me calentó pero para “mal” y me estaban dando ganas de salir corriendo, pero el muy pillín me lo debió notar en la cara y me regaló una rosa que nos ofreció una gitanilla, sólo espero que no fuera con maldición incluida…..

Me relajé un poco porque pensé que a esas horas, las 4,15 de la tarde, no habría nada “de arte” abierto y que iríamos a tomar un café. Una vez más me equivoqué, ¡qué ilusa! ¡La Filmoteca…! ¡La puñetera filmoteca está abierta todo el día y Julián ya tenía compradas dos entradas para una película de Monsieur Rapodé o no sé quien narices! Pero encima era en idioma Alemán y había que leer los subtítulos, bueno, yo, porque Julián también sabe 6 idiomas, entre ellos, como no, el Alemán. Casi hubiera preferido leer, porque imagínate a las 16,30 de la tarde, muerta de hambre y con un sueño de mil demonios, con un individuo (en ese momento pasó a esa categoría) al lado, traduciéndome una pestiño de película que consistía en una conversación entre dos Economistas sobre la crisis mundial. De verdad, si hubiéramos estado en un palco, me hubiera tirado de cabeza, porque yo ya no quería vivir, pero encima Julián me colocó en la segunda fila, para que no me perdiera el menor detalle del bodrio, perdón película de filmoteca…, No te digo el nombre porque no lo recuerdo, creo que mi memora selectiva ha querido olvidar este episodio para siempre.

Salimos de la filmoteca a las 6,30 de las tarde, yo parecía una peonza andando del mareo que tenía y Julián sin ni siquiera fijarse en mi estado, no paraba de comentar la estupenda interpretación de los actores y la magnífica escena ¿qué escena, por Dios? ¿Si se tiraron toda la película sentados en un sillón dentro de un salón, muy hortera, por cierto?

Intenté ser positiva y pensar que la pesadilla ya había pasado y que a Julián no le quedaría ni dinero ni lugares “relacionados con arte” para ir, pero aún quedaba la guinda, lo mejor de la jornada cultural, quería darme una sorpresa y llevarme al teatro ¡qué bien! Julian, dije con una media sonrisa de medio mosqueo, pues me encanta el Teatro, pero visto lo visto, no sabía que obra me esperaba para tragarme. Me adelanté y le dije “Iremos a ver un monólogo, comedia o algo así ¿no?” “Anda, no seas infantil", me contestó, "vas a tener el privilegio de asistir a la representación de una de las obras más interesantes del momento, pero no te digo más, te quiero sorprender” Julián, no me quería sorprender, estoy segura que me quería matar, quería acabar conmigo y no sabía cómo, porque tengo paciencia y mis límites son los más insospechados, pero se propasó, no sé ni cómo se atrevió, fue una osadía de las mayores que he vivido y eso acabó con el poco feeling que me quedaba por él. Me llevó a ver una obra llamada “Vivo en un mundo salvaje” y salía un elemento con tapa rabos explicando que nuestro país está hecho una porquería, que estamos casi en la banca rota y que no tenemos ninguna posibilidad de salir adelante. La señora de delante lloraba, el de atrás no tenía clínex suficientes para limpiarse las lágrimas y yo, al final, no es que quisiera morirme, es que deseaba no haber nacido en este mundo tan cruel que permite que personas como Julián y el salvaje del tapa rabos existan y amarguen la vida a los demás.



Cuando salí de allí, cabizbaja e impotente, Julián me dijo sonriendo “ ¡ahora podríamos ir a tu casa, ya sabes…..!” Yo no soy violenta, de verdad, jamás lo fui, pero en esta ocasión, sólo podía ver al demonio en todo su esplendor y tenía que defenderme, así que le hice una llave de kárate, le puse la zancadilla y una vez estaba en el suelo, le dije, ¡olvídate de que existo….!

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